No sé si será por el cambio de estación pero últimamente me ha dado por hacer un poco de limpieza de armario. Entre tantos papeles semiolvidados, he rescatado estos apuntes de una conferencia que dió el ilustrador Roger Olmos sobre su trayectoria profesional en la sala "La cuina" de l'Escola de la Dona hace unos cuantos años.
Espero que sus consejos os sean de utilidad además de proporcionaros un acercamiento más personal a su obra y a su minucioso método de trabajo:
Roger Olmos, anatomía de un ilustrador en constante evolución
Roger Olmos reconoce en su padre (diseñador gráfico) cierta predisposición genética por el arte pero como todo niño nacido en los ochenta, sus influencias infantiles abarcaban desde Teo hasta Disney.
Pronto su estilo se hace deudor de un libro que le impactó: 'Hadas'.
Después de un aprendizaje fugaz como ilustrador científico en la clínica Dexeus, ingresa en la Escuela de Artes Aplicadas Llotja de Barcelona y se especializa en ilustración infantil donde según él, aprendió a 'deformar'.
En 1999 es seleccionado en la Feria Internacional del libro infantil de Bolonia y Kalandraka publica al año siguiente su primer libro, 'Tío Lobo'. A pesar de las distinciones recibidas, a día de hoy no se enorgullece de su ópera prima al encontrarla 'desfasada'.
Ha ilustrado carteles y también ha trabajado para prensa, televisión ('Buenafuente'), publicidad,... aunque últimamente en menor cantidad por su ética de respeto a los animales (es vegano y animalista).
Aunque recomienda no cerrarse puertas, Roger siente especial predilección por los álbumes ilustrados y establece el paralelismo entre la creación de una película con la de un álbum ilustrado.
En cuanto a su metodología, Roger enumera tres parámetros a tener en cuenta:
1.- Observación de los pequeños detalles de la vida para buscar la atención del espectador.
2.- Retención
3.- Interpretación
Y por lo que respecta al trato con editores, reconoce mantener una muy buena relación con ellos aunque sugiere saltarse 'pasos', es decir, a la gente intermedia a la que él se refiere jocosamente como 'las otras mentes pensantes' (el 'séquito' del editor). Considera que, como en todos los negocios, entorpecen el trabajo del autor ya que, al no estar formados en edición, no tienen nada valioso que aportar haciéndole incluso repetir su trabajo no una sino varias veces.